Estamos hoy en el domingo “Gaudete”. La liturgia nos exhorta:”Estad siempre alegres (segunda lectura)”. Y en el salmo decimos hoy: “Me alegro con mi Dios” !Qué necesidad tenemos de la alegría! Si la liturgia nos exhorta a ella es porque el Señor quiere concedérnosla. Sí, también la alegría es un don de Dios.
Sobretodo la alegría profunda del corazón. Es claro que se trata de un don cuando humanamente no vemos motivos para la alegría. Las circunstancias del mundo no parecen demasiado buenas como para andar contentos. En lo más personal, muchos encontrarán también dificultades: enfermedad, ausencias, problemas familiares y/o económicos, etc. La alegría profunda por tanto no viene de esas circunstancias sino de “estar con el Señor”. El Espíritu santo suscita en nosotros la fe, alienta la esperanza y hace crecer el amor para que podamos reconocer al Salvador en nuestras vidas. Reconocer que Él ya ha vencido al pecado y a la muerte. Recordar que tantas veces hemos sido sostenidos y orientados por su luz, su fuerza y su consuelo. Volver a tener la certeza de que el Señor no nos abandona y sabrá sacar, más pronto que tarde, un bien maravilloso de esas circunstancias adversas por las que atravesamos. Pidámosle al Señor con insistencia esa alegría para todos. Las propias oraciones de la liturgia de la Misa nos ayudan. Que así sea para todos y cada uno de nosotros.
P. Santiago García