Celebramos hoy bajo este lema el día de la Iglesia diocesana. Es una jornada dedicada a tomar conciencia de que el cristiano no camina sólo sino formando parte de una comunidad. La comunidad base de partida es ordinariamente la parroquia, que se inserta a su vez en una comunidad mayor: la diócesis. Caminar en solitario es una manera de reducir el cristianismo a unos principios teóricos que no acaban de hacerse realidad. Tendríamos que preguntarnos si nuestra falta de implicación en la vida comunitaria no esconde mucho de egoísmo y comodidad. Implicarse en la vida comunitaria supone un esfuerzo para salir al encuentro del otro, para conocerle en lo concreto y amarle de modo efectivo. Pero ese esfuerzo merece la pena, porque es en este modo de vivir la fe que Cristo nos sale al encuentro por su espíritu y no queda en nuestras vidas como un ser del pasado o puramente imaginario sino como alguien real y vivo.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y esto quiere decir que es algo esencial en nuestra vida. Y que por tanto no se trata de dedicarle algo de nuestro tiempo o nuestro dinero, sino que es algo que ocupa un lugar central en torno al cual deben reubicarse los demás aspectos de nuestra existencia. Algunas preguntas para nuestro examen: ¿A cuantos otros miembros de la parroquia conozco personalmente y tengo un trato asiduo? ¿Hago mías las indicaciones que dimanan del obispo y del párroco? ¿Estoy disponible para colaborar en tareas parroquiales? ¿Me siento responsable del mantenimiento económico de la parroquia? Damos gracias a Dios por habernos llamado a formar parte de esta Iglesia. Que el Señor os bendiga.
P. Santiago García