CAPÍTULO 10. EVANGELIZACIÓN ENAMORADA

Esta visión de la evangelización como un proceso de tres fases –sentir el amor, comprometerse con el amor y crecer en el amor– es lo que Juan Pablo II describe en un documento que supuso un hito en lo que a la enseñanza de la fe se re ere: la Catechesi Tradendae («Sobre la catequesis en nuestro tiempo»), donde describe la catequesis como «un momento o un aspecto de la evangelización» (n. 26).

El Catecismo dice algo parecido: «Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (cfr. Ef 5, 26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1617).

Conocer y amar de ese modo no es, por supuesto, algo que salga solo. No hace mucho, un joven se dirigió a mí en un congreso y me comentó lo reacio que era a casarse con la chica con la que vivía. «Nos va todo tan bien así», me dijo. «Creo que casarnos complicaría las cosas».

Hasta cierto punto, tenía razón. El matrimonio complica las cosas. Formar parte de una familia es difícil. Las simples relaciones personales, sin embargo, son comparativamente fáciles. Cuando solo se trata de uno y de la persona que ama, es más claro. Todo en su sitio. Es simple. Cuando entran en juego padres, hermanos, primos y la dinámica familiar, las cosas se complican a muchos niveles. Pero la experiencia es mucho más rica, mucho más plena. Y uno no llegará nunca a conocer de verdad a la persona que ama, si no conoce a su familia. Su familia ha contribuido a hacerle ser lo que es.

Lo que puede decirse del amor humano puede decirse más aún del amor divino. Invitar a la gente, simplemente, a que tengan una relación personal con Jesús es fácil. Invitarles a la Iglesia, a los sacramentos, a todo aquello que la Iglesia católica nos pide, añade complicaciones. Pero el modo de evangelizar de la Iglesia se corresponde con lo que Dios hace como Padre, a través de su Hijo, en una familia. Eso es lo que somos. No somos únicamente una megaiglesia o una congregación independiente. Somos una familia extendida por todo el mundo, y hay mucha gente que conocer en la familia de Dios. Eso tiene algo de irresistible. Trae complicaciones. Pero también añade una belleza y una riqueza que son casi indescriptibles.
Scott Hann

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