La historia de la civilización occidental se ha dividido siempre en dos caminos. El primero es el de aceptar a Jesucristo como Rey y Salvador en quien poner toda mi confianza y por quien vivir. El segundo es el de poner en uno mismo las fuerzas y la confianza y poner por encima del amor de Dios mi voluntad de poder, viviendo para mí mismo, usando a los demás para conseguir mis propios fines, porque yo me he hecho dios y señor de mi historia. Dos mujeres fueron cada una por uno de estos dos caminos, el primero lo tomó María, diciendo sí a Dios, el segundo lo tomó Eva, aceptando el engaño de Satanás y queriendo ponerse ella por encima de Dios. La obediencia y la desobediencia a Dios marcan el camino que se escoge.
Hay una expresión latina clásica, «non serviam», que significa «no serviré ». Es la frase que le dijo Lucifer, el ángel caído, a Dios para expresarle su rechazo a servir el Reino celestial y revelarse contra Él. El diablo cuando tienta siempre presenta a Dios como el malo de la historia, así lo hace con Eva, y dice que lo que quiere el Señor es ponernos límites y que no le necesitamos, tenemos que liberarnos de Él. A la vez el demonio se presenta como el bueno que va a ayudar a dejar de servir a Dios. El demonio enseña a desobedecer, pero no hay que engañarse porque quien cree desobedecer a Dios deliberadamente en realidad está obedeciendo al demonio. Lo cristiano es lo contrario al «non serviam». Es el «serviam» a Dios, a su Palabra y a los hermanos, especialmente los más débiles. «Serviam» fue la espuesta que Maria, la Nueva Eva, dio al ángel bueno y obediente a Dios. Después de contarte todo esto la pregunta que tengo que hacerte es, ¿tú a quién sirves? ¡Viva Cristo Rey!
P. Patxi Bronchalo